Leo un libro, no te digo cuál

Lautaro Punta
3 min readNov 6, 2021

--

Estoy leyendo un libro que me hace pensar todo el tiempo en mí, en nosotros. Quisiera decirte cuál pero no puedo. Quisiera decirte cuál para que vos lo leas, aunque nunca te interesen en verdad mis recomendaciones. Es una fantasía mía en la que yo te digo “mirá qué buen libro, habla de esto y esto” y vos me decís “¡ay!, ¿a ver?, lo voy a buscar en Tematika, me re interesa”; y yo te digo “yo lo tengo, te lo presto… te lo regalo mejor, y vos regaláselo a alguien que ames”. Nunca se me hubiera ocurrido decirte algo como esto último, eso de “te lo regalo, regaláselo a alguien que ames”, así, en tiempo real. La paz puta e inútil de encontrar las palabras, las acciones justas en el momento más alejado del instante preciso. Nuevamente, la sensación de haber desconfiado demasiado de ese salto en Acapulco, la verdad es que no era tan alto. El problema era la caída, el golpe contra el agua, el esquivar las rocas enormes del fondo para no abrirse los pies por la planta.

Pero, de nuevo: es todo cine. Es la utopía de querer encontrar algún punto de contacto entre nosotros, acaso un salvavidas. Pero es, también, solamente un capitulo mediopelo de una soap opera de la tarde mientras me baño y me enjabono la espalda y doy vueltas alrededor mío abajo el agua y entre el vaho, resbalando.

Te pienso bastante más que cuando estábamos juntos, creo que es porque llenabas mucho de mi tiempo libre: vos, tu presencia, ir a tu casa, la comida de tu vieja, el amor miedoso por tus gatos que nunca terminaron de quererme. Tal vez ellos se hayan dado cuenta antes que vos. Que mí no, porque yo sabía cómo iba a terminar esto desde hace tiempo.

Ahora estamos en mi casa, hace un par de meses: busco el tacto, mi mano contra tu pantorrilla, tu gemelo, la clase de caricias cansinas que se hace la gente enamorada hace rato de la rutina compartida con otra persona. La velocidad con la que te despegás del roce ínfimo de mis yemas — ni siquiera la palma completa- contra tu piel, hace que la cama y yo hagamos un crack.

Como un efecto espejo: vos te alejás de mí, tu pierna se aleja de mi mano; la onda expansiva hace el movimiento a la inversa: tu pierna me rompe las costillas, ni jugando a la pelota me habían dado una patada así y eso que mi equipo es pendenciero y nunca faltan las piñas, y las piñas llevan a las patadas voladoras y de esas he dado y recibido. Pero como ésta no duele ninguna otra anterior, así que me voy al baño, abro las dos canillas a todo lo que dan y muerdo la toalla para llorar. Es el llanto desgarrado de quien ve morir a alguien que quiere, la vida escurriéndose por la mirada. Ya no me conocés y eso me duele, pero más me aterra. El porcelanato, los azulejos y todo el baño salpicado de lágrimas. No estoy triste, estoy vacío.

¿Ves? Otro recuerdo. Este no es de los más lindos, pero es de los que duelen menos. A veces me descubro a mí mismo, la mirada perdida en la compu con mil pestañas abiertas, pensando que quisiera olvidarme de todo lo lindo y de vos. Y que solamente quede yo, así como estoy, como soy, como me ayudaste a construirme. Cuando me rescato me da una vergüenza acalorada, de volverme rojo y temblar y tener la garganta hecha un amasijo de tendones por el que no pasan ni el aire ni la voz, solo la pena.

Me fui otra vez. Quisiera decirte qué libro es, pero no puedo: me lo regalaste vos. Y sería muy poco digno entregarme, regalarte esta victoria emocional, por más que te la merezcas. Ya tengo bastante con que me hayas destrabado la escritura con tu ausencia.

--

--

Lautaro Punta

Soy periodista casi por mandato familiar. Quisiera vivir de escribir crónicas, ficciones. Quisiera dejar de correr detrás de esa mujer. Este es mi mejor intento